La narración de historias es una constante universal presente en las más diversas culturas con un afán de trascendencia. El arte es parte esencial del ser humano y hoy en día ha pasado a ocupar una parte fundamental en nuestro ocio. Quedamos para ver una película, mientras paseamos escuchamos música, nos ponemos pinturas como fondos de pantalla porque somos unos intensitos y todo el mundo necesita saber que lo somos.
La literatura en cambio, está en un bajón de seguidores. Debido a nuestra sociedad tan informatizada, acostumbrada al estímulo rápido y a una satisfacción constante la literatura se ve relegada a un segundo plano en el grueso de la población. Curioso, porque hoy en día más que nunca la gente tiene acceso a la lectura debido a los grandes esfuerzos de alfabetización.
Pero bueno, que me voy del tema, existe una contienda usual cada vez que una película se estrena y su guion es una adaptación de un libro. “El libro es mejor”, “la película está bien pero no llega a ser con el libro”; son sólo algunas de las frases que más se escuchan cuando ello ocurre. Sin ir más lejos, pocos meses han pasado desde que se estrenó la taquillera Dune, y ni una semana había pasado desde que salió a salas para ver a los listos e intelectuales lectores de la novela original alzar sus antorchas en contra de ella. ¿Y por qué pasa esto? ¿Acaso fue una película tan mal? Entiendo que un fan de Harry Potter vea las películas y crea que pueden ser malas, ¿pero un fan de Dune o de El señor de los anillos? Son películas excelentes que nada tienen que envidiar a las novelas originales. La calidad no es lo relevante aquí, y ello es lo que veremos en las siguientes páginas.
La literatura ha sido vista como el supremo arte narrativo desde hace mucho tiempo. El más creativo, el más elevado... Simplemente imaginémonos una situación en la que un adolescente se pasa los días encerrado en casa leyendo, y otra en la que lo que hace es ver películas o jugar a videojuegos. Sí, en todas las situaciones lo consideraremos un friki, pero seguramente en la única en la que pensaremos que está haciendo algo productivo es en la primera a pesar de que en las tres lo que está haciendo es un consumo exhaustivo de arte (sí, videojuegos=arte, ya abordaremos esa cuestión en otra edición). La realidad es que no estamos demasiado lejos de una cuestión de clase.
Si la literatura se ve como tan elevada es porque durante mucho tiempo fue inaccesible para el grueso de la población. Si leías es porque sabías leer, si sabías leer es porque tenías educación, y si tenías educación es porque tenías un plato de comida cada día. El cine fue concebido por sus creadores como un mero instrumento de circo con el que entretener al populacho mientras los adinerados aristócratas se acicalaban mientras leían La Odisea. Que el cine se haya convertido en un fenómeno de masas y no la literatura les duele a los puristas de la literatura y a la vez les llena de orgullo por ese afán de exclusividad que da el ser de los poco que consume algo. Por ello, cuando un pobre director o guionista decide adaptar una obra, saltan con sus lágrimas para que no cambien nada de su apreciada obra. No vaya a ser que la mejoren.
Hay un prejuicio y desdén constante hacia lo visual que no
termino de entender. Hasta Platón desdeñaba las imágenes, me pregunto qué pensaría del cine. Comparar artes es ridículo. ¿Acaso alguien se lanzaría contra Botticelli por haber pintado el Infierno no exactamente como lo imaginó Dante? ¿Acaso alguien critica a Da Vinci por pintar la Última cena de una manera diferente a la expuesta en la Biblia? A nadie se le debería ocurrir exigir lo mismo a una adaptación que a la obra originial pues el propio proceso de adaptación ya exige que haya cambios. La propia definición de adaptación nos dice que se trata de “Conjunto de cambios que se realizan en una obra literaria, musical, etc., para destinarla a un medio distinto de aquél para el que fue creada”.Con el cine se es injusto. Si se
hace una adaptación ya se da por hecho que va a ser peor. Y lo que es peor,
cuando se hace al revés, cuando una película es adaptada de la pantalla a un
libro (como es el caso de la reciente película Once Upon A Time In Hollywood),
se da por hecho que el libro va a ser mejor. ¿Pero acaso no estábamos
defendiendo las obras originales? Panda de hipócritas. Lo peor es la doble
moral que se da en estos casos, pues si el guionista es completamente fiel se
dirá que “para eso no hagáis una peli y dejad el libro” y si sigue el camino
contrario se criticará por no ser fiel. Hagan lo que hagan caerán palos. Y lo
curioso es que esto no pasa en otros medios, si el teatro toma una obra
original como, por ejemplo, Romeo y Julieta, y deciden localizarla en otra
época diferente a la que fue concebida originalmente, se alabará por su gran
audacia y riesgo; y lo mismo con los cambios de raza o sexo.
Lo más gracioso es que el gran público entra en este juego y se hace una bola de nieve en la que, como todo el mundo lo oye, todo el mundo cree que es verdad; pero el gran público cierra la bocaza cuando la adaptación muestra ser superior a la orginial. Blade Runner, 2001 Una odisea en el espacio, El padrino, La naranja mecánica, Barry Lyndon, Drive my Car, Psicosis, El club de la lucha, Forest Gump... Y así un largo etcétera. Siento mucho si hiero sensibilidades, pero al igual que la lectura ofrece cosas que el cine no, el cine ofrece otras que la literatura ni se acerca. Por mucho que nos emocionemos leyendo El retorno del rey, nada se compara con el placer estético que produce la disposición de planos, la música y el sonido en la carga de los Rohirrim que vemos en la adaptación de Peter Jackson. Y los mismo puedo decir al revés, por mucho que nos fascine una interpretación como la de Marlon Brando en El padrino, en su novela podremos ver páginas y páginas de cómo se está sintiendo el personaje.
Parece difícil de entender que, mientras la literatura necesita de mínimo una sola persona para crear una obra, en el cine probablemente se necesiten unas diez sólo para una amateur. Cada medio tiene sus limitaciones y por ello cada tiene sus virtudes y defectos. Un escritor puede explicitar cualquier aspecto de la historia en cualquier momento pues no tiene limitación temporal alguna porque el lector tiene total capacidad de gestionar la obra y leer y parar cuando quiera. Un cineasta no puede, o al menos no debe, explicitar todos los aspectos de la obra con palabras pues el cine se rige con el “Show, don´t tell” (“muestra, no cuentes), e ir en contra de este principio seguramente termine haciendo la película redundante y soporífera. Además, la película está hecha para ser vista de una sentada, de principio a fin. No, la película no está hecha para que veas media hora hoy y media hora mañana. Es un viaje y como tal, no puedes volver a tu cada cuando te apetezca y reengancharte cuando gustes. Debido a esto, no se puede hacer una adaptación de El señor de los anillos donde cada película dure diez horas porque sería imposible que el espectador se metiera en la historia.
Se tiene una mala noción de lo que hace buena a una película. Se cree que sólo la historia es importante y no es así, por eso creemos que lo único que tiene que hacer la película es cortar y pegar y listo, pero no. No es justo comparar medios. Dejemos a los artistas que adapten, que cambien cosas, que se arriesguen; pero dejémonos de tonterías y de prejuicios estúpidos que lo único que hacen es empobrecer la calidad de la producción artística.
Comentarios
Publicar un comentario